Ella escuchaba a través de las paredes sus latidos, sentía su respiración, palpaba el tacto suave de sus sábanas azules de algodón... Y su pulso se aceleraba, sus pupilas se dilataban, se ponía nerviosa, se quedaba muda, torpe y despistada. ¿Era aquello amor?, ¿qué era aquello?, ¿era real o era fruto de su imaginación? No lo sabía, no sabía nada una vez más. Se lamentaba no tener las agallas suficientes como para plantarle un beso la vez siguiente en que le viera, se removían sus entrañas por no comprender el lenguaje abstracto de sus señales. ¿quién era ella?, ¿qué lugar ocupaba en su corazón?, ¿acaso ocupaba un lugar o era una simple imaginación? No era tan incomprensible pensar que con un solo abrazo de su amado se diluyeran todos los miedos que continuaban acumulándose bajo su cama, bajo esa cama de flores rosas y patas de madera. Ella lo pensaba a menudo y también muchas cosas más. Pensaba en raptarle, en comerle, en colmarle de ilusiones, en sonreírle, en abrazarle, en hacerle el amor. Lo pensaba en todo en cuanto hacía y en cualquier momento del día. Lo pensaba por la mañana, por la noche, mientras estudiaba, cuando caminaba por la calle, a la hora del café, acurrucada en su cama...Y de tanto pensar se le escapaba el tiempo y de la misma forma se entretejían sus sensaciones con hilo rosa formando un cuadro, uno de esos que están formados por un montón de retales, de ideas, de confusiones y de desvelos...
Quizás en un tiempo, pensando...quizás alimentando la falsa idea de que un día él le dijera que también le quiere y que le desea...tanto o más como ella le desea a él... y le rompa en tres mil o cuatro mil retales más otra vez... pensando por no hacer otra cosa mejor que pensar, pensaba en él.